Hay que aprender a bailar tango con el dragón
Por Lic. María Cristina Bacino,
docente universitaria y profesora de Introducción al Chino Mandarín en UADE
mariabacino@gmail.com
En castellano, cuando algo es difícil se dice “eso es chino”. Cada idioma le pone un nombre a aquello que es difícil, para algunos es chino, para otros griego, arameo, español o francés. La lengua jamás es ajena a la dificultad. Sin darnos cuenta y ya desde el primer momento ponemos las palabras clave: “eso es chino” equivalente a “eso es difícil”. Un idioma no es difícil. Nunca. Para eso se debe redefinir la dificultad: difícil, para quién, porqué, y en qué circunstancias. Quizás la palabra adecuada sea complejidad.
El chino es una de las lenguas más alejadas del español. Los dos idiomas, el español y el chino no comparten nada y son numerosos los factores que generan esta división: aspectos geográficos, culturales, lingüísticos, donde todos y cada uno de ellos parece infranqueable, todos aspectos distantes de nuestra cultura occidental y Argentina. Debemos tener en cuenta apenas algunos de los distintos ítems que hacen al idioma:
• El chino pertenece la familia lingüística sino-tibetana y el español es de la familia indoeuropea.
• El chino es un idioma logográfico y el español es un idioma alfabético (los caracteres chinos jamás nos dan una pista acerca de la pronunciación).
• El chino es una lengua aislante y el español es una lengua flexiva (en chino no hay conjugación de verbos, por ejemplo).
• El chino es una lengua tonal y el español solo usa tonos para marcar estados anímicos (en chino emplear un tono distinto implica un cambio semántico)
• El chino emplea posposiciones mientras que el español usa preposiciones. • La fonología del chino tiene una nasalización generalizada, el español solo circunstancialmente. A todos estos aspectos, y sólo por mencionar algunos, se suma la actitud del alumnado, determinada por los motivos del aprendizaje, también diametralmente opuesto: por algo son oriente y occidente con ubicaciones geográficas cultural y emocionalmente distintas.
Ubicados en Occidente y teniendo en cuenta nuestra historia y planes de estudio, es sencillo ver que nuestra visión es eurocéntrica: en programas de estudio, en bibliografía, en viajes de placer, en idiomas que se enseñan. Respecto de los idiomas, hay todo un menú lingüístico que gira básicamente alrededor del inglés, francés, portugués, alemán, italiano, español (para extranjeros). Todos ellos europeos. Hasta hace poco, quizás lo más exótico que se ofrecía era el japonés hasta que irrumpió el chino y el tablero de la oferta y demanda de idiomas se modificó al ingresar el chino mandarín como lengua extranjera.
Un reclamo que todo alumno hace cuando se enfrenta con el aprendizaje de un idioma es acerca de la gramática. La gramática es un soporte sobre el cual los alumnos de una lengua extranjera basan parte de su estudio y con el cual se sienten más contenidos y en situación de control (“si me estudio la gramática, me lo sé todo”). Todo idioma tiene una gramática pero en chino no hay estudios intensivos en este aspecto, sólo se suelen mostrar algunas estructuras gramaticales o formación de frases o agregado de partículas pero no más que eso. Y el alumno entra en un estado de pánico porque siente que hay algo que está faltando en su aprendizaje o que no le están ofreciendo, o que le están ocultando. Para poder obtener resultados satisfactorios, son demasiadas las diferencias que tiene el chino mandarín como para ser enseñado ya sea siguiendo el modelo de enseñanza tradicional de idiomas al cual estamos acostumbrados por la diagramación y planificación, o siguiendo el modelo chino con el que se enseña en China con otros parámetros culturales y curriculares y con otras exigencias académicas.
El primer gran resultado satisfactorio será reducir la deserción cuando el alumno pueda entender que es un idioma diametralmente distinto pero no difícil. Se sabe que toda deserción se termina sintiendo como fracaso. Otro resultado positivo será que el alumno pueda llevar a cabo una comunicación básica y que sienta que lo que está estudiando realmente le será útil. Y esto es el comienzo de un largo camino fascinante de estudio.
Pero para esto debe haber un trabajo previo, más intenso y al mismo tiempo más amplio. Jamás se debe dejar de tener en cuenta que los alumnos son (jóvenes) adultos hispanohablantes y que China es un país lejano (los cálculos revelan que la distancia entre Buenos Aires y Beijing es de 19257 km – demasiado lejos) Habrá que buscar nuevos atajos y estrategias para modificar la actitud respecto del idioma, no solo desde el alumno propiamente dicho sino desde el profesor en particular ya que este es el puente, el mediador entre las dos culturas, tan distintas y distantes.
En castellano, cuando algo es difícil decimos “eso es chino”. En inglés se dice “eso es griego”. Y que dicen los chinos… “eso es música celestial”. ¡Maravilloso! , creo que el idioma ya nos ha revelado parte del secreto. Hay que agudizar los sentidos y el oído en particular para poder escuchar detenidamente y entender qué caminos se deberán tomar. Cuál será el andamiaje apropiado. Cuál es la metodología apropiada para que estos adultos jóvenes hispanohablantes tomen con placer este idioma tan cautivante que hoy se siente cada vez más cercano, acompañado de una música celestial. http://www.dangdai.com.ar/index.php/contribuciones/3-contribuciones/328-hay-que-aprender-a-bailar-tango-con-el-dragon