Friday, November 10, 2006

CLARIN sobre China ALTAMENTE RECOMENDABLE

Argentinos en la misteriosa China
Son pocos, en su mayoría jóvenes que llegaron con el boom económico del gigante asiático, que ya está bien despierto. País con política dual, que se debate entre modernidad y tradición.
BARRA. Residentes argentinos festejan junto a hinchas chinos la victoria de Argentina frente a Serbia y Montenegro.'
BATI. Fanático Chino exhibe orgulloso el dibujo de su ídolo.'
SOBRE GUSTOS...Caballos de mar o “Haima”, una de las delicias que ofrece la feria de comidas del centro Beijing. '
ZAPATRUCHA. Copias exactas de zapatillas, exhibidas al por mayor en uno de los mercados de compras en China.'
CIUDAD PROHIBIDA. Es uno de los monumentos históricos más importantes de Beijing, junto a la plaza Tiananmen. También uno de los destinos turísticos obligados.'
LA GRAN MURALLA. Sobran las palabras.'
LA GRAN MURALLA. Un recorrido obligado e inolvidable, para la geografía y la historia.'
EL SEGUNDO ANILLO. Circunda a Beijing. Foto tomada poco antes de la hora pico, cuando comienza a aglomerarse el tráfico.'
BICIS. Más de 500.000.000 circulan por las calles de China.'
SHANGAI DE NOCHE. La monumental Shanghai, siguiendo los pasos de Hong Kong, muestra una innumerable cantidad de rascacielos.'
TEMPLO DEL SOL. Uno de los templos y palacios para visitar de Beijing.'
YU GARDEN. Una de las zonas antiguas de Shanghai que conserva en su interior todos y cada uno de los detalles tradicionales chinos. '
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Son las 8 de la mañana y comienza un nuevo día en Beijing. Y con él, una nueva aventura. Porque algo tan sencillo como dirigirse desde el hogar al trabajo, puede resultar una experiencia inolvidable, por no decir dantesca. Sobrevivir al abrumador tráfico que paraliza los cinco anillos que circundan la ciudad, evitar ser atropellado por alguna de las 10 millones de bicicletas que inundan las calles desde temprano, o hacerse un lugar en los hiperpoblados subterráneos del centro, son pruebas cotidianas que, aún para quienes llevan años aquí, nunca dejan de sorprender.La capital asiática cuenta con más de 15 millones de habitantes, de los cuales, unos 100 son argentinos. Se trata de una colonia importante, considerando que en Shangai -la máxima receptora de compatriotas- residen actualmente unos 150, y en toda China no llegan a 300. La mayoría de ellos trabaja para empresas multinacionales, aunque también hay ejecutivos de empresas más pequeñas, que han decidido instalar oficinas en Asia para facilitar su logística."Vivir en China es una experiencia única, pero es imposible no extrañar Argentina, pues las diferencias son abismales", es el comentario obligado de los "argen-chinos", que sobreviven a un diferencia horaria de 11 horas y deben esforzarse si quieren mantener un contacto fluido con familiares y amigos.En China, el fútbol no tiene tantos adeptos como en Sudamérica o Europa, aunque día a día va ganando aficionados, y eso es algo que los argentinos suelen aprovechar. Nunca falta un "Maradona", un "Messi" o un "Batistuta" como grata respuesta al confesar uno la nacionalidad.Durante el último Mundial, los argentinos de Beijing se juntaron a ver los partidos en "El Obelisco", conocido (y único) reducto de cocina argentina en todo Beijing. Lo curioso es que no estuvieron solos, pues entre choripanes y lomitos, los acompañó un nutrido grupo de hinchas locales, tan fanáticos de nuestra selección como cualquier argentino. Eran los integrantes del "Club de Fans de la Argentina", con costumbres bien diversas a las nuestras -gritaban por igual ante un penal o ante un saque lateral-, pero con un sentimiento idéntico. El gerente del local, Xu Wu Wen o Simon para los amigos, quien vivió varios años en Buenos Aires, cuenta incluso que tras la eliminación con Alemania, los fanáticos chinos debieron ser consolados por los asistentes argentinos, quienes no podían creer las lágrimas derramadas por sus "compañeros de tablón".Hablando de Clubes de Fans, puede afirmarse que en China los hay para todos los gustos y colores, con la particularidad de que todos son numerosísimos. Desde David Beckham hasta los Gigantes de Nueva York, pasando por Celine Dion o Luiz Inacio Lula da Silva, todos tienen su Club de seguidores. Lo que no tiene adeptos en Beijing, al menos por ahora, es la tradición del asadito de los domingos. Entre el clima, por lo general nublado, y la dificultad para conseguir buena carne vacuna, se trata de una costumbre totalmente extraña a los hábitos chinos. Los argentinos que desean transportarse por un rato a la Pampa, deben contentarse con encontrar alguna carnicería que venda productos alemanes o australianos. Sin ser lo mismo, son lo más parecido a la carne argentina que se puede comer aquí.A la hora del postre, es posible disfrutar de algún manjar combinado con dulce de leche, producto también difícil, pero que es posible encontrar en ciertos supermercados orientados a extranjeros, generalmente provenientes de Europa.En China, es difícil encontrar gente que hable español, y mucho más con acento latino. De hecho, son escasísimos los turistas latinoamericanos que se aventuran a cruzar el planeta para visitar este milenario territorio.En rigor, encontrar chinos que hablen fluidamente distintas lenguas extranjeras es toda una rareza. Sin ir más lejos, un reciente informe del gobierno reveló que 47% de la población, ni siquiera entiende el "putonghua" (mandarín), lengua oficial desde el año 1956. Por ello, a los extranjeros sólo les queda manejarse con algún intérprete o, para los más valientes, tomar clases de chino.Una diferencia importante con otros idiomas, es que al mandarín no es posible aprenderlo por el mero hecho de vivir un período extenso en China. Uno puede vivir años aquí, y volverse conociendo apenas un puñado de frases o expresiones, más por fonética que por verdadera comprensión. Por su complejidad, que comienza con la posibilidad de entonar de cuatro modos diferentes cada sílaba, su aprendizaje exige una gran tenacidad. No colabora el hecho de que, en China, hasta las señas con las manos son radicalmente distintas de las que conocemos en Occidente. Una indicación tan sencilla como "aeropuerto" o el simple llamado de un taxi, suelen ser rotundamente incomprendidos por los receptores del mensaje. En algunos casos, los conductores deciden bajar a sus pasajeros de manera abrupta, ante la imposibilidad de entender el destino del viaje.Ni siquiera las señas para definir a los números del 1 al 10 se parecen. Si uno exhibe tres dedos para simbolizar el concepto "siete", es posible que el interlocutor chino entienda ochenta y cinco. Y si uno exhibe nueve, es posible que entienda cualquier otra cosa, pero jamás "nueve". El desafío, sin embargo, no es imposible. Con la dedicación y el tiempo adecuados, cualquier estudiante puede llegar a conocer, en un tiempo relativamente breve (entre un año y dos), no sólo el idioma, sino también los rasgos esenciales de la cultura y la historia china. Aquellos que han visitado la República Popular China hace algunos años y vuelven ahora, suelen encontrar cambios impresionantes, que continúan manifestándose de manera acelerada. El giro efectuado hace unos años hacia el sistema capitalista, propulsado por una fortísima inversión extranjera, va dejando –aún con sus conocidas particularidades– su evidencia en todos los detalles.Infinitos gigantes de cemento y cristal, montados sobre los antiguos barrios chinos – Hu Tongs–, o los flamantes vehículos importados que recorren las autopistas, imponiéndose cada vez más agresivamente sobre la compacta masa de motos y bicicletas que a toda hora transitan el país, son claros ejemplos de los fuertes cambios que está viviendo China, y de los crecientes contrastes sociales que trae aparejado su sistema político "dual".Afortunadamente, la modernidad no ha llegado aún a su punto extremo, y China todavía alberga una riquísima diversidad de costumbres, paisajes, alimentos, historias y culturas, que la hacen siempre fascinante, y siempre misteriosa. Cualquier tiempo que se destine a recorrerla resulta escaso, dejando a los visitantes la sensación de haber visitado otro planeta, y por supuesto, el deseo de volver. Atila es un lector argentino de Clarín que vive en China. Su blog La vida es bella tiene más detalles de su experiencia en Oriente.

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